Escribiendo a los Efesios San Pable dice: … “que seáis fortalecidos por el poder de su Espíritu en vuestro ser interior; para que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento; de modo que así, con todos los santos, logréis abarcar lo ancho, lo largo, lo alto y lo profundo, comprendiendo el amor de Cristo, que trasciendo todo conocimiento. Así llegaréis a vuestra plenitud, según la plenitud total de Dios.” (Ef 3, 16b-19).
Con convicción, podemos atribuir esto a nuestra fundadora, la Madre Mary Ward, que tuvo que afrontar todo tipo de acusaciones y juicios, pero nunca se dio por vencida porque estaba arraigada en Dios. Ella se plantó en el amor de Dios y creció profundamente en su amor y eso la mantuvo fuerte incluso durante el tiempo de persecución.
¿Podemos imaginar lo que le ocurrió a Mary Ward en la iglesia de San Pedro ad Vincula de Roma en 1625? Nos lo recuerda la Vida en Pinturas, nº 36: “que la prosperidad, el progreso y la seguridad del Instituto no dependían de la riqueza, la dignidad y el favor de los príncipes, sino de que todos sus miembros tenían libre y abierto el acceso a Él, de quien procede toda la fuerza y la protección-“ Tal fue el arraigo de esta gran mujer Mary Ward que tuvo el coraje de atreverse, una característica única de cualquier pionera.
Mary Ward se atrevió a lo que ninguna otra mujer antes que ella se había atrevido; fue hasta Roma para presentar su solicitud personalmente ante el Santo Padre. Quien tiene sus raíces en Dios es capaz de superar dificultades, evitar peligros y tener una gran confianza en Dios porque se siente movida por el don de la fortaleza. Su fundación fue abolida y la continuación de su trabajo se hizo imposible; fue detenida y encarcelada.
La medida y la norma de este coraje es la fuerza infinita, la fuerza de Dios. Con esta fuerza, una observa cómo los obstáculos se convierten en medios para un fin bueno en las poderosas manos de Dios. Cuando estamos seguras en el amor de Dios, podemos enfrentar nuestros temores, lidiar con los restos del pasado y afirmar nuestra intrínseca autoestima. Este poder de nuestro interior nos ayuda a luchar con las situaciones más difíciles que pueden pesar sobre nosotras.
Leyendo los signos del tiempo y las necesidades del tiempo, ¿podemos llamarnos mujeres Mary Ward que se dedicarán a hacer el bien porque nuestro Maestro y nuestra fundadora nos han allanado el camino? Y hoy Mary Ward mira hacia abajo desde el cielo inspirándonos y orando por nosotras. Como hijas de Mary Ward, oramos para crecer profundamente en el amor de Dios y enraizarnos en Él para que ser plenificadas con toda la plenitud de vida y poder que provienen de Dios.
¿Cuán profundo es mi arraigo en Dios y cuáles son esas cosas que me impiden fijar mi raíz en Él?
Tabeth Marezva CJ – Región de Zimbabue