MARY WARD: UNA MUJER PARA LA IGLESIA
Mary Ward ardía con el deseo de entregar la fe a la gente. Fue un verdadero símbolo para la Iglesia al traer esperanza en situaciones desesperadas. En septiembre de 1609, mientras estaba en Inglaterra, se dedicó a ayudar a las almas: preparar a las personas para los sacramentos y atender a los enfermos, de los cuales el santo de nuestro tiempo, el padre Pío de Pietrelcina, dijo una vez: «Jesucristo está dos veces presente en los pobres y los enfermos». Mary Ward ayudaba a los sacerdotes a esconderse para administrar los sacramentos. Enseñaba con entusiasmo el catecismo durante la persecución de la Iglesia en Inglaterra. La vida de Mary Ward nos ofrece un modo espiritual seguro que poder imitar. Al igual que nuestra Señora, la Virgen María, que proclamó la grandeza del Señor en su Magníficat, Mary Ward también expresó su Magníficat llevando y viviendo el Evangelio de la esperanza por la forma con que amaba a la Iglesia.
Mary Ward permaneció fiel a su misión al amor de Cristo. En nuestro tiempo de hoy, el Señor nos invita a devolver la esperanza, como Mary Ward, a los desesperados, los perseguidos, los enfermos, especialmente los afectados por el coronavirus, los marginados, los migrantes y los refugiados. Es por esta razón que Santa Teresa de Calcuta comentó una vez que Mary Ward era un regalo de Dios para la Iglesia y la sociedad. Como seguidores de Mary Ward, no podemos ni debemos rehuir los problemas críticos de nuestro tiempo: luchar contra las enfermedades, luchar contra el racismo, proteger nuestra «casa común», llegar a las personas víctimas de la trata, los huérfanos, los hambrientos y los moribundos. Esta es una virtud sobresaliente de Mary Ward: predicar a través del amor en acción, no solo con palabras. De hecho, en Mary Ward coincidían sus palabras con su vida.
Como familia de Mary Ward, Dios nos invita a servir a los demás en unidad para su mayor gloria. Necesitamos ensuciarnos las manos poniéndonos en contacto con el pueblo de Dios directamente en su terreno. Tenemos el desafío de ir más allá de los límites estructurales para llegar a todos y todas sin segregación. En efecto, los gozo y las esperanzas y el dolor y la angustia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente de los pobres o afligidos de alguna manera, deben ser también los gozos y las esperanzas, el dolor y la angustia de los seguidores de Cristo (cf. VATICANO II, Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 1). Somos mujeres consagradas, amigas y compañeras enviadas para ser voz profética y signo de Dios. Que el ejemplo de Mary Ward nos ayude a ser canales de esperanza y vehículos de unidad en el amor que tenemos por Cristo y la Iglesia universal. ¿A qué somos llamadas a actuar en unión por el bien de la Iglesia? ¿Cómo podemos aplicar nuestra fe católica a los problemas críticos de nuestro tiempo? ¿Nuestra fe nos podrá llevar a ‘oler a oveja? ¿De qué manera?