Cuando reflexiono sobre Mary Ward y el siglo XXI, pienso en el don de la amistad. Siento que su mensaje de «que tu amor esté siempre enraizado en Dios, y luego permanece fiel a tus amigos, valóralos mucho, incluso más que tu vida» nos renovará en estos tiempos. En la Conferencia Amigas y Amigos de Mary Ward en York, Inglaterra, de 2017, Elaine, Gemma e Imelda hablaron sobre la relación de Mary Ward con Dios, sus compañeras y las inspiradoras mujeres que la siguieron en tiempos de peligro, escasez e incertidumbre. Cuando su visión fue mal entendida y vilipendiada por los religiosos de la época, esta no disminuyó ni le disuadió a ella ni a estas mujeres de avanzar en su misión de educación y justicia para mujeres y niñas, porque ella sabía por medio de Dios que «en el futuro las mujeres harán cosas grandes. »
Durante más de 30 años, he trabajado en un refugio para mujeres maltratadas y sus hijos. Ahora facilito grupos para educar y crear conciencia con la que se ponga fin a la violencia contra las mujeres. La opresión, la fuerza de las mujeres que hacen el cambio y el poder de la Amistad no son ajenos para mí. Mary Ward y sus compañeras reflejaron esa lucha por permanecer constantes en la visión de Dios a pesar de las estructuras e instituciones que oprimieron su visión y su trabajo. Mi relación de Asociada con las hermanas que llevan su legado, me ha dado esperanza en mi trabajo que trata los mismos desafíos, y una conexión renovada con mi espiritualidad y con Jesús que me ayudan a sostenerme. En las relaciones de las asociadas he aprendido sobre misiones, iniciativas educativas, escuelas que llevan adelante el amor de Jesús y la herencia de la visión de Mary Ward. Nuestras hermanas han imaginado una manera de continuar avanzando en la misión de Mary Ward en relación con Dios, de traer educación y justicia a nuestro mundo incluso en el siglo XXI. Nuestro círculo se reúne en amistad como compañeras en un camino para aprender y presentar temas, así como el movimiento #MeToo, la Investigación nacional sobre mujeres y niñas indígenas desaparecidas y asesinadas, la trata de personas y el apoyo a iniciativas educativas en África.
Rezo para que esta visión de amistad, de círculos y de compañerismo perdure y crezca en estos tiempos de desconexión, de terror, y frecuentemente, de oscuridad. Cuando facilito grupos, siento una presencia divina, especialmente cuando siento que no valgo lo suficiente y no tengo respuestas para las luchas que las mujeres afrontan. Cuando dejo de preocuparme, confío en el proceso y lo dejo estar, Dios reúne a las personas adecuadas para sanar nuestras creencias e historias equivocadas, para que podamos ser la chispa divina para la que nacimos en este mundo. Durante la conferencia, Imelda mostró esta analogía de esperanza cuando cerró su charla sobre los difíciles problemas de la trata de personas. Ella compartió durante un ejercicio con tambores en un taller en Canadá. Se sorprendió al escuchar tantos tamborileros inexpertos y sin práctica haciendo unos buenos sonidos juntos. Entonces noté que el líder mantenía un ritmo constante. Esto permitió que el sonido único de cada persona mejorara el conjunto y permaneciendo en unión. Para mí, esto me resonó como el legado de Mary Ward. Al igual que los tambores, con constancia y claridad, ella, sus compañeras y quienes la siguen pudieron escuchar el mensaje de Dios y, a lo largo del tiempo, este latido de Dios ha mantenido su verdad y nos llevará hacia adelante. Fue una mujer adelantada a su tiempo y para todos los tiempos… Sin temor ni ansiedad, esperemos con tranquilidad que el sueño de Dios surgirá en la confusión: Mary Ward.