COVID-19

Cuando comenzó el encierro ..

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Cuando comenzó el encierro en Inglaterra a mediados de marzo, se nos permitía salir de la casa sólo para hacer ejercicio y las compras esenciales. Inicialmente lo sentí casi como una vacación en casa puesto que me encontré con mi propia zona más intensamente: Exploré senderos, caminos de herradura y secundarios; descubrí huecos perdidos en antiguos bosques de hayas, y pistas de caballos de carga que se usaban hace siglos para transportar la leña de nuestros bosques al río Támesis para ser enviada a Londres como combustible. Me sentí conectada con el pasado, consciente de que estaba caminando donde «generaciones han pisado, han pisado, han pisado» [en las palabras de Gerard Manley Hopkins] mientras trabajaban cerca del suelo. Experimenté las maravillas del reverdecer de los bosques en primavera y el canto de los pájaros por la mañana, claro como una campana en un mundo silencioso, y me sentía agradecida. Aprendí una nueva forma de hacer compras: en la entrada de la finca había huevos puestos por gallinas felices; entregaban cajas de verduras orgánicas a mi puerta; las librerías independientes respondían a mis necesidades en 24 horas enviando libros por correo gratuitamente. Admiraba a los comerciantes que cambiaron sus planes operativos y convirtieron una crisis en una oportunidad

Esto suena complaciente y nostálgico, un anhelo por un mundo que ya no existe. Pero soy, espero, muy consciente de que no todo el mundo tiene los recursos o la salud para experimentar el Covid-19 de esta manera. Los encierros de Lauriston (https://www.lauriston.org.uk/lockdownsfromlauriston), una serie de charlas y discusiones por zoom, abrió mi mente y mi corazón al impacto del virus en la Iglesia y la sociedad en general. He sufrido también unas duras lecciones personales: la muerte de un querido sobrino sólo dos semanas después de la pérdida de un cuñado me han hecho reflexionar sobre la importancia de no dar nada ni nadie por sentado. No poder visitar a mi hijo y mis nietos en Dinamarca me hace al menos apreciar que tenemos medios electrónicos para mantenernos en contacto.

Espero haber aprendido a valorar más nuestra casa común y estoy decidida a esforzarme más de caminar o andar en bicicleta cuando sea posible, y de comprar y comer de manera más sostenible. Sorprendentemente, incluso el gobierno británico ha reconocido el valor del ciclismo y la buena nutrición. He decidido leer «Laudato Si» y actuar en consecuencia, en lugar de simplemente hablar de los temas.

Necesito reflexionar sobre el pasado y el futuro en igual medida, y espero y rezo para que todos, yo, los gobiernos y la sociedad en su conjunto, tengamos la voluntad de trabajar por un mundo mejor para todos.

Cecilia Bainton

Amiga inglesa de María Ward

Carla Bellone