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Cuatro claves de la espiritualidad ignaciana – 3

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Ser profecía en nuestro mundo de hoy

Misión

  Desde el inicio de su mandato – ya en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, su documento programático – el Papa Francisco ha hablado de una Iglesia en salida, exhortó a toda la Iglesia a recuperar ese ímpetu misionero que parece haber decaído en las últimas décadas.

Desde este punto de vista, la espiritualidad ignaciana tiene un elemento profético, porque en la intuición espiritual de Ignacio la Compañía de Jesús nació precisamente como un cuerpo sacerdotal orientado a la misión. Con el tiempo, a los sacerdotes se han unido los hermanos, jesuitas no ordenados, pero que participan plenamente en esta misión que une a todos, presbíteros y laicos, en ese sacerdocio común que el Concilio Vaticano II reafirmó como característica de todos los bautizados (cf. Lumen Gentium 10).

A través de los ejercicios espirituales y de la práctica del discernimiento, el cristiano individual reconoce la llamada particular que recibe de Dios y, mediante el discernimiento de los signos de los tiempos, busca seguir al Espíritu que le orienta a ser esa parte del cuerpo de Cristo necesaria para la evangelización del mundo contemporáneo.

De hecho, los ejercicios y el discernimiento mencionados no tienen como objetivo alcanzar el bienestar espiritual, aunque muchos acuden a la espiritualidad ignaciana y a la práctica de los ejercicios con este fin, para encontrar la paz. Sin duda a través de los ejercicios se alcanza una situación de reconciliación que da paz, pero la espiritualidad ignaciana más genuina conserva siempre una inquietud, una tensión hacia el anuncio del Evangelio.

Especialmente durante la segunda semana de los ejercicios espirituales, el ejercitante, que revive en la oración los principales episodios de la vida de Jesús y escucha su llamada, se ve capacitado para identificar su vocación personal y el modo en que el Señor le llama a seguirle en el mundo contemporáneo.

En este sentido, los ejercicios espirituales, aunque tienen tras de sí una tradición consolidada, son siempre nuevos, siempre actuales, porque favorecen la comunicación del Espíritu que, con su creatividad, es capaz de suscitar ese particular compromiso misionero, del que cada lugar y cada tiempo tienen una necesidad específica.

P. Giuseppe Trotta SJ
Carla Bellone