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Momentos de resurrección en la vida de Mary Ward – 15 de mayo

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Hacia la resurrección del Instituto

Paradójicamente, la mayor contribución de Mary Ward a la supervivencia de su obra fue probablemente su obediente aceptación de su destrucción. Tras la bula de Urbano VIII de 1631, fue «suprimida, extinguida, desarraigada, destruida y abolida»; ella misma estuvo bajo la autoridad de la Inquisición romana durante el resto de su vida. Pero entre su llegada a Roma en marzo de 1632 y su marcha a Spa y, finalmente, a Inglaterra, en septiembre de 1637, consiguió que Urbano la aceptara como persona, confiara en su lealtad a la Iglesia e incluso, hasta cierto punto, le tuviera afecto.

También pudo dar algunos pasos prácticos. La supresión había hecho que la mayoría de las antiguas «Damas Inglesas» regresaran con sus familias, pero había unas cincuenta, en su mayoría inglesas, que no pudieron hacerlo, dispersas por los distintos lugares donde habían estado sus casas. Mary envió una petición a los Cardenales, solicitando que se les permitiera permanecer donde estaban, sin «hacer otra cosa que vivir ejemplarmente como laicas». A ella misma se le permitió vivir con las cinco mujeres que aún quedaban en una casa alquilada en Roma, pero poco a poco otras se fueron reuniendo allí. Necesitaban algo más grande y permanente; no obstante, todo se hacía con tanta discreción que lo que sabemos al respecto proviene de cartas codificadas a Mary Poyntz en Múnich y a finales de 1633 consiguió comprar una casa frente a la basílica de Santa Maria Maggiore, y en poco tiempo había veintitrés viviendo en ella.

Más tarde, desde Londres, en febrero de 1640, escribió al Papa Urbano, expresando su gran pesar por no poder regresar a Roma todavía, debido a una enfermedad, pero su determinación de viajar lo antes posible, al lugar «donde la presencia y la protección de mi Padre supremo y mayor Patrono me harán verdaderamente feliz. Y un día espero que se me conceda, a esos sagrados pies, una gracia que hasta ahora mis pecados me han hecho indigna de recibir: sin embargo, nunca abusaré de tan gran bondad mendigando una cosa que es, y puede ser, desagradable para él». ¿Podría estar pensando en otra cosa que en el permiso para reanudar su misión de alguna manera? Finalmente, antes de su muerte, nombró sucesora a Barbara Babthorpe, un paso práctico hacia el futuro. ¿No podemos decir que en todas estas acciones Dios estaba obrando a través de Mary Ward hacia la resurrección de su Instituto?

Hna. Patricia Harriss CJ

Carla Bellone