Primera noche en el convento de Anger de Múnich
A principios de febrero de 1631, Mary Ward fue detenida por Jakob Golla, deán de Munich, siguiendo instrucciones de las autoridades romanas, y llevada prisionera al convento de las clarisas, el Angerkloster (‘el convento de Anger’). Estaba enferma y cansada. Sabemos lo que sucedió después por la «Breve Relación» – Mary Poyntz, que la escribió, era superiora de la comunidad de Múnich en este tiempo, y pudo haber oído esta historia cuando Mary Ward volvió por fin a ellas después de su liberación.
“No había más apariencia que la de la Muerte, no sólo por el estado de su salud y la calidad del lugar, sino también porque parecía imposible que los hombres de sabiduría llegaran hasta tan lejos y la dejaran aparecer de nuevo en el extranjero: …. haciendo un acto de resignación y oblación de sí misma a Dios, encontrando una indecible satisfacción, paz y alegría de espíritu en la esperanza que tenía de que ahora había llegado ese tiempo tan deseado, en el que no tendría nada que hacer excepto pensar en Dios, amarle y depender de Él, con la confianza de que Él cuidaría de ella. En esta disposición se fue a la cama, con la esperanza de descansar muy tranquila, ya que todo trabajo había sido arrebatados de sus manos.”
Pero no puede dormir. Las condiciones físicas -especialmente «el extremo olor a saliva que desprendían el somier y las paredes, y otros olores parecidos a los que suelen dejar las personas infectadas y moribundas»- ciertamente no ayudaban, pero ése no era el problema. Pronto superó lo exterior, pero en su mente fue creciendo una gran presión y amenaza de que si no se decidía a trabajar en la defensa de su propia inocencia y la de las suyas, y como consecuencia de su propia liberación, lo cual finalmente prometió hacer, y así se durmió, y hasta que tomó esta resolución, de ninguna manera pudo hacer».
Este es también un ‘momento de resurrección’ – mostrándole que Dios la ayudará si hace todo lo que ella misma puede hacer. A partir de ese momento dirige, aconseja, anima a sus hermanas desde su prisión, con la ayuda de las cartas de zumo de limón que es capaz de escribir, ya que su comida debe venir cada día de la Paradeiserhaus: no rezar en la capilla después de las 9 de la noche ni antes de las 6 de la mañana, escribir a Elizabeth Keyes, líder del grupo en Roma, y sugerirle personas influyentes a las que debería pedir ayuda; cómo tratar con el Elector y su esposa, manteniendo la relación pero teniendo cuidado de no presumir demasiado, y cómo relacionarse con las monjas del convento de Anger, especialmente con la abadesa; qué hacer cuando tienen pruebas de que su correo está siendo interceptado: enviarlo por una ruta diferente, a través de la hermana en Augsburgo o de uno de los miembros de Alemania….. Cuando está gravemente enferma y pide permiso al Deán para confesarse y comulgar, cosa que hasta entonces le estaba prohibida, y éste le pone como condición que firme un papel diciendo que «si ha dicho o hecho algo en contra de la doctrina de la Santa Iglesia, se arrepiente», ella se niega a hacerlo, sabiendo que podría ser utilizado no sólo contra su propia reputación, sino también contra la de sus hermanas. En su lugar, escribe su propia declaración de lealtad a la Iglesia, y el decano Golla la acepta. Pero el riesgo de morir sin los sacramentos era real, y ella lo aceptó por el bien de su Instituto, ahora proscrito. Probablemente sea cierto decir que nunca fue con más fuerza la líder, que en este tiempo de encarcelamiento.
También para nosotras, y para quienes conocemos e influenciamos, «hacer la voluntad de Dios» implica ser activas, dejar que Él actúe a través de nosotras, no quedarnos sentadas y esperar que Él lo haga todo por nosotras, mientras nosotras no hacemos nada.
Hna. Patricia Harriss CJ